lunes, 31 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
Me gusta Vinessa Shaw.
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Supe de Vinessa Shaw por Two Lovers (James Gray, 2008), para el que escribe y junto a La cinta blanca de Michael Haneke, lo mejor del cine visto en 2010. Yo, en el lugar de Leonard, el personaje que protagoniza Joaquin Phoenix, me hubiera quedado desde el principio con ella. Es guapa, inteligente, elegante, y posee una sonrisa que desarma... no hay comparación con la lunática de Gwyneth Paltrow.
Tirando de Wikipedia, sabemos que esta angelina (de Los Angeles, California) nació en Julio de 1976, y que ha trabajado como modelo y como actriz en series de TV.
Y entonces me acordé, ¿pero dónde había visto yo a esta chica? ¡Sí! En Eyes Wide Shut del maestro Kubrick era la prostituta que tienta al soso de Tom Cruise. Era un papel pequeño en el que Vinessa estaba guapísima. Ahora que lo pienso, en esa película todas las mujeres son superatractivas.
Poco después la volví a ver en el neo western El tren de las 3:10 (James Mangold, 2007) en otro breve papel. Estaba seductora vestida de negro antes de acostarse con el forajido Russell Crowe al que capturaban por cometer el error de no huir y quedarse en el pueblo a echar un polvo.
Y revisando la filmografía de Vinessa Shaw me tropiezo con Las colinas tienen ojos, bestial remake del clásico de terror dirigido por Wes Craven en 1977. Sí, lo reconozco, la ví hasta el final y sobreviví, después de pasarlo mal, no tanto como ella que creo recordar fue también una de las supervivientes del ataque de los mutantes lisérgicos.
lunes, 24 de enero de 2011
Siempre hace buen tiempo (Stanley Donen y Gene Kelly, 1955).
Siempre hace buen tiempo es el tercero y ultimo de los musicales que codirigieron Stanley Donen y Gene Kelly haciendo equipo con el productor Arthur Freed y los compositores Betty Comden y Adolphe Green. Junto a Cantando bajo la lluvia y Un día en Nueva York representan una manera de hacer cine que revitalizó el género en los 50. Siempre hace buen tiempo puede verse también como el canto del cisne de ese modelo clásico hollywoodiense de comedia musical. Los tiempos estaban cambiando. Los agitados 60 estaban a la vuelta de la esquina y ya nada volvería a ser como antes. La televisión (a la que la película dedica una secuencia repleta de mordaz crítica) se convertirá en el nuevo becerro de oro que se instalará como uno más de los habitantes del hogar medio americano. Los productores arriesgarán menos y se limitarán a trasladar a la pantalla grande éxitos de Broadway: West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961), My Fair Lady (Georges Cukor, 1964), Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965), Funny Girl (William Wyler, 1968).
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Concebida como una especie de continuación de Un día en Nueva York, aunque del trío de marines sólo repite Gene Kelly, Siempre hace buen tiempo narra la historia de 3 ex soldados a los que su estancia en Europa durante la guerra les ha hecho amigos inseparables y que al retornar a la vida civil prometen reunirse al cabo de 10 años a rememorar los viejos tiempos. Pero cuando lo hacen, se dan cuenta de que el tiempo les ha cambiado, apenas reconocen a sus viejos colegas y al poco de estar juntos ya no se soportan y solo quieren huir, porque ven en los otros la imagen de su propio fracaso vital.
De la luminosidad e ingenuidad de Un día en Nueva York apenas queda nada en Siempre hace buen tiempo que viene a ser como su reverso amargo y desencantado. Aquí, la mirada sobre el paso del tiempo y sus consecuencias sobre unas relaciones que en su día creyeron ser eternas, es pesimista, por no decir realista.
Todo ello, a ritmo trepidante que no decae un instante, en glorioso cinemascope, con el baile y las canciones introduciéndose armoniosamente en la trama, y utilizándolos como forma de definir y caracterizar a los personajes. El film bascula entre ese tono desengañado y cínico, junto a alegres motivos musicales y gags de comedia, y por debajo de esa apariencia de leve pasatiempos, aparece una ácida crítica de la sociedad norteamericana y su filosofía del éxito.
Entre los momentos a retener tenemos un insólito número musical en un restaurante basado en la voz interior de los personajes, con lo que sabemos lo que realmente piensa cada uno de los otros dos. Otro gran momento es la espectacular coreografía bailada por la gran Cyd Charisse con los boxeadores y entrenadores en el gimnasio Stillman. Hay también un baile por las calles de Gene Kelly en patines que recuerda por du significado y por su planificación el de Singin' in the Rain. Y en el principio, para presentar a los personajes y su camaradería, hay un número extraordinario con un taxi de por medio y un momento mágico de baile con las tapas de los cubos de basura en los pies a modo de claqué.
En la época de su estreno, la película no tuvo una buena agogida por parte del público. Puede que los espectadores esperaran un espectáculo alegre y despreocupado como prometía el título, y luego se vieran reflejados en la mediocridad y las pequeñas miserias de los 3 ex marines, y aquello no les gustó.
El film concluye con un aparente happy end: Kelly y Charisse se quedan juntos y Ted y Angie regresan a sus ciudades tras despedirse quedando en volver a verse, pero el tono oscuro de la fotografía nos parece decir que no siempre hará buen tiempo.
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Dos derechos cinéfilos: salirse del cine y aplazar una cita (una entrada de cineoriginal)
viernes, 21 de enero de 2011
La música del azar: Isobel Campbell & Mark Lanegan, "Ramblin' Man".
El proyecto musical de Isobel Campbell y Mark Lanegan parecía, en un principio, una unión forzada, a contracorriente, y ¡mira por dónde!, ya van por el tercer disco ("Ballad of the Broken Seas" 2006, "Sunday at Devil Dirt" 2008, y "Hawk" 2010) y siempre dentro de unas coordenadas de calidad y profundidad emocional. Dicen que en el escenario la química entre la pareja es nula (prácticamente ni se miran a la cara ni se hablan), aunque es posible que sea sólamente una pose.
El principal atractivo de la extraña pareja reside en la atracción de los opuestos. Opuestos son sus registros vocales, dulce y candoroso, Isobel la ex componente de Belle & Sebastian, arrastrado y cavernoso el de Mark, líder de los Streaming Trees. Algo así como La Bella y La Bestia, recurriendo al tópico más gastado.
El diálogo entre la voz etérea y y angelical de ella, y la garganta árida y desértica de él, funciona a la manera de un hipotético encuentro entre Nancy Sinatra y Tom Waits. El country se aparea con el folk y el blues, y las cuerdas ponen emoción al asunto en baladas oscuras de azufre y desierto.
Ramblin' Man pertenece al primer disco del dúo, titulado "Ballads of the Broken Seas" y tiene una onda rítmica muy a lo Tom Waits. Al parecer, Tom fue el primer candidato de Isobel para su proyecto musical (ella compone y produce en los tres discos).
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lunes, 17 de enero de 2011
jueves, 13 de enero de 2011
El hombre que no debía estar allí.
El hombre de Laramie (Anthony Mann, 1955)
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- Donald Crisp: Soy Alec Waggoman, del rancho Barb. ¿A qué viene esto?
- James Stewart: ¡Que se lo diga su hijo!
- Donald Crisp: Se lo pregunto a usted.
- James Stewart: ¡Vaya a las lagunas de sal! ¡Allí encontrará 12 mulas muertas y 3 carros quemados! ¡Son de mi propiedad!
- Donald Crisp: Nadie le mandó venir aquí.
- James Stewart: ¡Pues estoy aquí Sr. Waggoman, y pienso quedarme! ¡Ya pueden ir haciéndose a la idea!
- Donald Crisp: ¿Quién es usted?
- James Stewart: No me conoce.
- Donald Crisp: ¿Qué ha venido a hacer aquí?
- James Stewart: Eso es lo que le interesa, ¿eh?. Pregúntelo con mejores modales.
- Donald Crisp: No tengo por qué. Este pueblo es mío. Soy el dueño de todo lo que pueda recorrer en cualquier dirección en 3 días.
- James Stewart: Sí, eso he oído. El territorio apache está a 1 día de caballo. ¿También es suyo?
- Donald Crisp: No tengo problemas con los apaches. No quiero ladrones ni colonizadores sin escrúpulos, ¿qué es usted?
- James Stewart: Ninguno de los dos.
- Donald Crisp: Entonces, ¿qué es?
- James Stewart: Vengo de Laramie.
- Donald Crisp: Pues siga su camino, forastero. Pase por el rancho por la mañana y le pagaré lo que ha perdido.
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martes, 11 de enero de 2011
Aflicción (Paul Schrader, 1997).
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1998 fue un buen año para el escritor estadounidense Russell Banks (Massachussets, 1940). Dos películas- Aflicción y El dulce porvenir - basadas en sendas novelas suyas, se estrenaron aquel año, y vistas hoy, con la perspectiva del tiempo, pueden ser consideradas entre lo mejor que nos dió el cine en la última década del Siglo XX.
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Aflicción nos acerca al mejor Schrader, en otra de sus historias (guión propio sobre una novela que le va como anillo al dedo) en la que nos topamos con sus obsesiones recurrentes, con toda la densidad moral y la depuración estilística que le caracteriza. En ella encontramos esa búsqueda atormentada de una moral propia, la angustia ante la imposibilidad de canalizar de forma adecuada los sentimientos, asfixiados por férreas estructuras mentales, y la permanencia de una culpa esencial sólo superada por el acto último con el fuego redentor, una catarsis ritualizada a modo de purificación tras la cual queda la nada.
Wade Whitehouse (sonoro nombre para el personaje protagonista, un extraordinario Nick Nolte) es uno más en la galería de personajes atormentados recreados en la pantalla por el director de Mishima, un hombre solitario, un looser para sí mismo y para su comunidad que vive su calvario existencial como una olla a presión siempre a punto de estallar. Un individuo incapaz de escapar al destino familiar al que permanece aferrado como una maldición.
Film duro y sombrío, tremendamente pesimista, en el que la familia y el entorno juegan un papel castrador cuya única salida posible es la huida, representada por Rolfe (Willem Dafoe), el hermano menor de Wade.
Schrader filma el drama con una contención ajustada, dejando respirar lo necesario a los planos, haciendo del paisaje un apólogo moral de sus personajes, filmando ese blanco invernal de lugares nevados con una sensación de claustrofobia y encierro que agobia, llevando con elegancia formal el drama, de manera fluida y natural, hasta su desolador desenlace: la magnífica secuencia de Wade sentado en la casa paterna mientras al fondo, tras el cristal, las llamas devoran, sobre el fondo del inmenso manto de nieve, el cobertizo de madera donde está el cuerpo de su padre, es como un ritual antes del sacrificio. Después no quedará nada.
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Solo me queda recomendar también la otra adaptación de Russell Banks, El dulce porvenir, dirigida por Atom Egoyan, una emocionante y bellísima película sobre la ausencia y el dolor que produce, en la que el paisaje nevado tiene también su protagonismo.
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sábado, 8 de enero de 2011
Un sin techo, un gafapasta y Jean-Luc Godard.
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Leido en el blog de cine de Roger Morales i Puig, La Llanterna Màgica.
(La traducción del catalán al castellano es mía)
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" Domingo. Inmersos de lleno en las fiestas navideñas. El escenario, los cines Casablanca Kaplan. Unos cines que, por cierto, conservan aun un toque familiar que les hace parecer entre dejados y entrañables. Pero, vaya, éste no es el tema. No. En la cartelera dos películas: Cyrus de Mark Duplass y Film Socialisme de Jean-Luc Godard.
En la cola para comprar las entradas, 6 o 7 personas. Yo voy solo. Hay películas para las cuales no me atrevo a engañar a nadie para que me acompañe. Voy a ver la de Godard. Para que os hagáis una idea, esto es lo más comercial que ha hecho Godard en los últimos años. Mientras espero a que me den la entrada entra en el cine un ser extraño. Un sin techo con tres bolsas de plástico llenas de cosas en cada mano. Y por muy progres que seamos todos los que estamos en la cola, por muy progre que sea ir a ver una película al Casablanca, la reacción es de extrañeza, de incomodidad díría. ¿Qué hace éste aquí?
La cola avanza, cojo la entrada. Cuando llega su turno, el sin techo saca el dinero del bolsillo y coge una entrada. No sé si para ver Cyrus o Film Socialisme. Yo entro en la sala. Comienza la película y me olvido de él.
A mitad de película, mientras pienso que se ha de ser un cinéfilo muy militante para aguantar una película de Godard un domingo de fiestas, un modernogafapasta (yo que más que moderno soy pseudomoderno, aún no he dado el paso de comprarme unas gafas de pasta) no resiste más. Se levanta y abandona la sala. Yo aguanto hasta el final.
Acaba la película. Se ilumina la sala. Yo pienso en el por qué de todo lo que acabo de ver a través de la pantalla, pienso en si seré capaz de digerirlo y de sacar algo en claro. Me levanto. Y a la vez que yo lo hago, unas filas más atrás, se levanta el sin techo con sus bolsas de plástico.
Y no puedo evitar pensar que es increible ver como un sin techo decide gastar alguna de sus monedas en ver una película de Godard. Y no puedo evitar preguntarme qué debe pensar él cuando ve una de las últimas afirmaciones que hace Godard en su film: Cuando la ley no es justa, la justicia ha de pasar por delante de la ley. Y no puedo evitar pensar que si, como dice Angel Quintana, cada vez que Godard estrena una película, todo el cine, de golpe, envejece 20 años, este sin techo, con su gesto, seguramente, hace envejecer toda la sociedad, de golpe, 20 años.
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martes, 4 de enero de 2011
lunes, 3 de enero de 2011
Borden Chase, un guionista que nació con el siglo.
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