miércoles, 29 de diciembre de 2010

Colorado Jim (Anthony Mann, 1953)


"Un western es una cosa maravilosa porque tomas a un grupo de actores que siempre han actuado en un escenario o en estudios cerrados y ahora los lanzas contra los elementos. Y los elementos les hacen mucho más grandes como actores que si estuvieran simplemente en una habitación porque tienen que gritar más fuerte que el viento, tienen que sufrir, tienen que escalar montañas... (...) ¿Por qué el western americano tiene tanto éxito en todo el mundo? Es porque un hombre dice: Voy a hacer algo. Y lo hace."
(Anthony Mann)
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James Stewart y Anthony Mann rodaron juntos 5 westerns en poco más de 5 años -Winchester 73 (1950), Horizontes lejanos (1952), Colorado Jim (1953), Tierras lejanas (1955) y El hombre de Laramie (1955)-, en los que el actor encarnó a ambiguos antihéroes, hombres tenaces que luchan hasta el límite de sus fuerzas, incluso superando sus limitaciones, para lograr su objetivo. Es ésta una de las más personales aportaciones de Mann al género. Son personajes que huyen de su pasado, seres atormentados que se debaten entre la violencia y su reverso, individualistas y solitarios, en el fondo débiles aunque nunca se den por vencidos.
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Colorado Jim es un western itinerante con 5 únicos personajes rodado todo él al aire libre en majestuosos escenarios naturales de las Monrañas Rocosas.
Howard (James Stewart), Ben (Robert Ryan), Lina (Janet Leigh), Roy (Ralph Meeker) y Jesse (Millard Mitchell) concentran la idea sobre la que se sustenta la película: la codicia como motor de sus actos. En ese camino que han de hacer unidos para llevar al forajido Ben (espléndido Robert Ryan) hasta Abilene para ser entregado a la justicia y cobrar la suculenta recompensa, unos y otros se vigilan , se acechan, buscando aprovechar cualquier momento de debilidad del otro. Entre esos personajes, la mujer se convertirá finalmente en una especie de conciencia de Howard y provocará en él su cambio de actitud final. Este itinerario le sirve a Mann y a sus guionistas Sam Rolfe y Harold Jack Bloom para construir un elaborado juego psicológico en el que predomina la palabra sobre la acción, con la que cada personaje busca sacar ventaja sobre el resto. Es un western que deja poco lugar para la identificación con el grupo casual de cazarrecompensas, unos seres que en realidad poco se diferencian del forajido Ben, al que pretenden entregar, pero no movidos por el altruismo o por un afán de justicia, para ellos es simplemente una importante suma de dinero. El único momento en que vemos actuar unido a grupo es por una simple cuestión de supervivencia al ser atacados por los indios pies negros que acaban masacrados en una secuencia de gran violencia.
Y como un personaje más tenemos el paisaje de las Rocosas. Apenas hay un plano de Colorado Jim que no esté dominado por un entorno natural majestuoso que es determinante en el desarrollo y resolución de la trama. Es magistral la utilización que hace Mann y su director de fotografía William C. Mellor de ese paisaje como elemento con el que los protagonistas han de enfrentarse para lograr su objetivo. Es un empleo funcional, nunca estético.
El duelo final en una escarpada montaña junto a un caudaloso río recuerda al de Winchester 73 y da título a la película, The Naked Spur, pues es una espuela la que sirve a Howard para escalar las rocas y al lanzarla al rostro de Ben, evitar que le mate. La secuencia de Ben apostado en el acantilado a punto de verse cara a cara con Howard que a duras penas está llegando a la cima rocosa es impresionante. En plano general les vemos a los dos con el río abajo, apenas les separan un par de metros pero ellos no se ven. Como en todos los westerns de Mann las imágenes transmiten una viva sensación de fisicidad.
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sábado, 25 de diciembre de 2010

Una puta en casa.



Bésame tonto (Billy Wilder, 1964)
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  • Kim Novak: Debería avergonzarse de su comportamiento. Pone usted carita de niño bueno y así engaña a la pobre gente que confía en usted.
  • Ray Walston: No lo entiende, usted no es para mí, es para él.
  • Kim Novak: ¡¿Quién es él?!
  • Ray Walston: Ése, el que está durmiendo.
  • Kim Novak: Oiga ¿a qué jugamos? ¿a botella borracha? Barney dice que no es para él sino para usted, y ahora usted dice que no es para usted sino para un amigo suyo.
  • Ray Walston: Llamarle amigo sería un poco exagerado, sería más bien una transacción comercial, y a él le gusta siempre tener plan. Por mí, que haga lo que le dé la gana, pero no con Zelda.
  • Kim Novak: ¿Quién es Zelda?
  • Ray Walston: Usted.
  • Kim Novak: ¿Yo?
  • Ray Walston: Mi mujer. Pero esta noche usted es mi mujer. Así que usted es Zelda.


martes, 21 de diciembre de 2010

Miradas: Murray Garrett.




































Más fotos de Murray Garrett aquí

viernes, 17 de diciembre de 2010

De los nombres de los gatos.






-- Audrey Hepburn: Pobre gato viejo. Pobre vagabundo. Pobre vagabundo sin nombre. No tengo derecho a ponerle uno. No somos dueños ni el uno ni el otro. Tan sólo nos conocimos. No voy a ser dueña de nada hasta que encuentre un lugar donde yo y las cosas vayamos juntas. No sé dónde está, pero sí cómo debe ser. Debe ser como Tiffany's.
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-- George Peppard: ¿Tiffany's? ¿La joyería?
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-- Audrey Hepburn: Eso es. Tiffany's me vuelve loca. Oye ¿recuerdas los días en que tienes un bajón miserable?
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-- George Peppard: ¿un bajón miserable? ¿quieres decir una depresión?
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-- Audrey Hepburn: una depresión te da cuando engordas o cuando llueve, eso es todo. Los bajones miserables son terribles. De pronto tienes miedo y no sabes ni por qué. ¿nunca te pasa eso?
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-- George Peppard: Claro que sí.
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-- Audrey Hepburn: Cuando me siento así, lo único que me ayuda es coger un taxi e ir a Tiffany's. Me tranquiliza de inmediato. La paz y el orgullo que tiene. No puede pasarte nada malo allí. Si yo pudiera encontrar un lugar verdadero que me hiciera sentir como Tiffany's, entonces me compraría unos muebles y le pondría nombre al gato.
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martes, 14 de diciembre de 2010

Valeria Bruni-Tedeschi, actriz y directora.




Lo que menos interesa de Valeria es que sea la cuñada del estirado de Sarkozy. Seguro que no se llevan nada bien. Pasemos página.
Da Valeria Bruni-Tedeschi me quedo con sus profundos ojos azules de melancólica mirada, con esa forma que tiene tan liviana de aparecer y desaparecer, con ese charme y glamour tan francés para una italiana como ella, con su sonrisa desbordante, con su discreta distinción...
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Nacida en Turín en 1964, vivió en Italia hasta los nueve años. Toda su adinerada familia se trasladó a Francia, en una época convulsa para Italia en la que el grupo terrorista de Las Brigadas Rojas extorsionaba a los magnates de la industria con la amenaza del secuestro de sus hijas. Así pues, prácticamente toda su educación es francesa. De hecho tiene la doble nacionalidad.
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Su formación como actriz se gesta en el Théâtre des Amandiers de Nanterre, donde daba clases Patrice Chéreau, quien la hizo debutar en el cine con Hotel de France (1987). A partir de aquí su filmografía no para de crecer, casi siempre a razón de más de una película por año, alternando Francia con Italia, aunque a partir del año 2000 su carrera transcurre casi en su totalidad en el país galo. Una lástima que muchas de ellas no hayan podido atravesar las duras fronteras de la distribución y no se estrenaran en España. Hasta ha tenido una incursión en Hollywood con un papel secundario en Munich (2003) de Steven Spielberg. Repetirá con su descubridor, Patrice Chéreau en dos películas muy diferentes: la histórica La Reina Margot (1993) y el drama Los que me quieren cogerán el tren (1997). También tiene un Chabrol en su filmografía, En el corazón de la mentira (1998), en la que interpreta a una sagaz policía. Pero donde más me gusta Valeria es en dos películas de temática parecida y muy distinta puesta en escena: 5 x 2 (Cinco veces dos) (2004) de François Ozon y Un couple parfait (2005) de Nobuhiro Suwa, dos películas sobre la crisis de una pareja, bastante superior la del director japonés.
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Pero no solo es actriz Valeria, también ha dirigido dos películas de marcado tono autobiográfico (ella misma interpreta en las dos a la protagonista y su propia madre, Marysa Borini hace de su madre en la ficción): Es más fácil para un camello... (2003) que tuvo un considerable éxito en Francia además de ganar el Premio Louis Delluc a la mejor ópera prima y Actrices (2007).
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jueves, 9 de diciembre de 2010

Alegría por Mónica Bellucci, un poema de Batania.

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Cuántas veces
Madrid,
tardes de esparto y color
sucio, mirlos y lunes
gritando, bares
de piedra y torcedura,
he pensado
dejarte,
borrar el turrón duro
de tus ojos, subir
a mi alfombra
de magia y con una
manzana en la mano
seguirla a
Perugia,
Milán,
París,
Cannes,
Berlín,
seguirla a
Hollywood,
Melbourne,
Tokio,
Moscú,
Nueva York,
dejar de una vez
mi vida de miércoles,
mis sueños de miércoles,
mis noches de miércoles,
y salir en busca
de la mujer
cuyo nombre,
Monica Bellucci,
siempre va solo
en el mismo verso,
la mujer cuyas letras,
Monica Bellucci,
nunca se unen
a otras
en el mismo verso,
la mujer fiesta,
la mujer rojo,
la mujer beso,
la mujer que vive
siempre en domingo,
en domingo barco,
en domingo tigre,
en domingo siempre,
cuántas veces
he pensado dejar
tus bolardos,
Madrid,
dejar tus calles
y paredes manchadas
de blanco,
dejar de una vez
mi dudosa
poesía
y partir en busca
de la suya,
su eterna y segura
y perfecta poe
Monica.
´
´
Batania

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Dirigido por ... Zhang Yimou (II). De Keep Cool a La Maldición de la Flor Dorada.


Con Keep Cool (1997) Yimou demuestra que lo suyo no es seguir por una senda trillada y sorprende a todo el mundo con una ruptura radical de estilo. Aquí todo es urbano, moderno, frenético, la cámara no deja de moverse, el montaje es cortante en ese recorrido por la China urbana contemporánea, rodaje en Pekín incluido, un mosaico impresionista que no gustó a las autoridades chinas que prohibieron su exhibición en Cannes, aunque una copia clandestina pudo ser proyectada en el Festival de Venecia donde este radical giro no fue muy bien recibido y se fue sin premios. Es la primera película del director sin Gong Li tras la ruptura de la pareja.
Su ritmo de trabajo prosigue incansable y en 1999 tiene listas ¡2 películas!: El camino a casa y Ni uno menos. En El camino a casa no hay ninguna pretensión de renovación o ruptura. Es tan solo la conmovedora historia de un amor contada con ternura, limpieza formal y clasicismo. A través de un relato situado en el mundo rural se aprecia un enfrentamiento entre tradición y modernidad. mientras que la vida actual está retratada en un desvaido blanco y negro, el relato central sobre el noviazgo entre la joven del pueblo y el maestro que viene de la ciudad, está fotografiado en preciosos colores. En El camino a casa Yimou extrae auténtica poesía visual de una trama simple en la que el director recrea paisajes e interiores, ceremonias y rituales, vestuarios, rostros, gestos y miradas, logrando un film de serena belleza. Una jovencísima Zhang Ziyi debuta en el cine en esta película.
En Ni uno menos, Yimou, recupera el ámbito rural y el tono documental de Qiu Ju, una mujer china llevándolo un paso más: no hay actores, todos hacen de sí mismos. El director chino quiere ser lo más cercano posible a los personajes. Casi todos los diálogos se van improvisando día a día. La trama no puede ser más simple: una niña de 13 años tiene que sustituir al maestro de una aldea que se debe ausentar por un mes. Sus relaciones con los alumnos, algunos apenas 3 años menores que ella, son difíciles. Eso, y su aventura en la ciudad en la búsqueda de un alumno que ha ido allí a buscar trabajo, es todo su argumento. Con un estilo deudor del Neorrealismo (aquí vuelve a utilizar la cámara oculta) Ni uno menos se erige como una película de de sentimientos directos, un canto a la solidaridad y la esperanza aun en los medios más duros.
En Happy Times Zhang Yimou incide en los ambientes urbanos de Keep Cool añadiendo esta vez un tono cómico de comedia costumbrista hasta ahora inexistente en el cine del director. La narración es sencilla, la puesta en escena funcional. Hay momentos que parecen un homenaje al Chaplin de Luces en la ciudad.
Con Hero y las 2 películas que le siguen, La casa de las dagas voladoras y La Maldición de la Flor Dorada, vuelve a dar un giro a su filmografía. Son películas de alto presupuesto, movimientos de cámara espectaculares, multitud de extras, tono operístico para, en el fondo, historias intimistas de arrebatadora belleza plástica y gran riqueza visual. Cine para ver y disfrutar en una pantalla lo más grande posible. Películas que manejan una especie de star system asiatico: Jet Li, Tony Leung, Maggie Cheung, Zhang Ziyi, Takeshi Kaneshiro, Andy Lau, Gong Li, Chow Yun-Fat.
Hero (2003) pone en escena con apabullante brillantez formal un wuxia (tradicinal aventura épica de artes marciales). El tratamiento dramático del color vuelve a ser aquí uno de los puntos fuertes, aunque esta vez de manera menos sutil, pero eso sí, de una belleza visual impresionante. Es una película que juega con el punto de vista al modo del Rashomon de Kurosawa, pero, como hija de la posmodernidad que es, se apunta a explorar la línea de esas películas que cuestionan el status del propio relato manipulando su condición ortodoxa. Así, podríamos interpretar Hero, como un juego mental en el que nada de lo que vemos debe ser tomado como algo real o cierto. Es Hero un film esencialmente visual, un disfrute de los sentidos, una película para ver más de una vez.
La casa de las dagas voladoras (2004) continúa la senda iniciada por Hero. Esta vez las fantasiosas coreografías de luchas de artes marciales envuelven una preciosa historia de amor a tres bandas en la que romanticismo y fatalismo se dan la mano. De nuevo luce el virtuosismo de Yimou (la escena coreográfica en la Casa de las Peonias), otra vez los colores (esas secuencias en el bosque de bambú). La película funciona con una mayor coherencia dramática que Hero, que por momentos, parecia una sucerión de extraordinarias set pieces.
La tercera de esta imposible trilogía es La Maldición de la Flor Dorada (2006) y supone el reencuentro con Gong Li. Es otro espectáculo multicolor, de coreográficas batallas, dentro de un esqueleto de drama shakespereano de intrigas palaciegas puntuadas por breves y llamativos estallidos de violencia. Para mi gusto, un punto por debajo de las dos películas anteriores.
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sábado, 4 de diciembre de 2010

Las contradicciones de una sala de cine vacía.



Leído en el muy recomendable blog de Xavier Vidal Cinoscar & Rarities:



Es un gustazo ver una película. La gente no lo suele entender, pero concibo el cine como una experiencia un tanto egoísta. La pantalla y yo: esos son los protagonistas. Hubo un tiempo que buscaba esas sesiones en las que las salas parecen quedarse desiertas: en términos cinéfilos, horarios matinales o primeras sesiones. Hay sin duda mucha gente totalmente adicta al atractivo de la sala de cine vacía. Ver una película solo, a oscuras, es casi un acto de rebeldía, y más cuando la sala de al lado cuenta con gente entre sus butacas. En esos momentos sólo se oye el crepitar de las imágenes. El cine debe ser un lugar de sosiego, y los fotogramas de la pantalla la única y más importante acción. Es como viajar solo. En esos momentos, si la dicha es buena y la película acompaña, la conexión entre lo visto y nuestros ojos puede ser total. Todo sin que la señora de dos filas más abajo vaya replicando cada decisión o frase de la protagonista (eso me ocurrió con Babel). Sin que tengamos que ver cómo algunos espectadores abandonan la sala al comprobar que esperaban otra historia. Sin aguantar a niños ni mayores, ni el crujido de las palomitas o el molesto sonido que deja la pajita del refresco cuando la lata ya está vacía. Ni qué decir del ritmo que deja masticar chicle. Nunca he podido ver y comer. En el cine reflexiono, no por obligación ni por oficio, sino de manera involuntaria. No concibo el cine de otra manera. Hace poco me preguntaba por qué siempre recuerdo en qué cine e incluso en qué sala de ese cine vi una u otra película. Puede que me guíe por un instinto friki que soy incapaz de dominar ni describir, pero también me mueve el respeto que tengo hacia la sala de cine. Como espacio y como modo de vida. Porque cada sala tiene su arquitectura y su magia. Ver una película en la sala 1 o en la 3 deja de ser algo casual para contener todo el sentido del mundo. Y como la sala es un lugar de culto, aun a sabiendas de que soy el único espectador presente, no puedo tumbarme, poner las piernas en los respaldos contiguos o similares. Hay otra certeza que, en el fondo, me aterra. Creo que las mejores películas de los últimos años las vi solo, o al menos con muy poca gente en la sala de turno. Porque la sala de cine vacía se llena, paradójicamente, de anécdotas. Esa sesión de Dogville con 10 personas, aunque yo fui el único que vio el final. El pase de Caché, en el que los cuatro gatos que habíamos madrugado ese domingo de febrero gritamos al unísono cuando Maurice Bénichou se corta el cuello con una navaja. Y así hasta infinidad de tramas, algunas más complejas que las que en su día ideó el guionista o director. La sala de cine vacía es un lujazo...
Pero una sala de cine vacía, irremediablemente, es síntoma de que algo ha sucedido. ¿Qué sentido tiene ver una película sólo, si la modernidad ya ha traido consigo los home cinema a nuestras casas? A veces pienso que por cada sesión sin entradas vendidas, alguien pierde su puesto de trabajo. Ha fallado el marketing, la película no ha sabido encontrar su público potencial o las cintas 'de al lado', las de las salas colindantes, han ejercido un poder catalizador de público. Porque, si cada semana se estrenan infinidad de títulos, es casi un defecto del sistema que los multicines tengan salas vacías. A veces, y aunque nos pese a los que somos cinéfilos, hay películas que no pueden ni deben salir de las grandes capitales, ya que cualquier intento por llenar la cartelera de cines más modestos acaba en la incomprensión del público (por este motivo, no podré ver Biutiful o Neds hasta el año que viene). Hay que educar al público a ver cine, y no parece que el entorno perfecto sea una sala vacía. Pero no hay nada que se pueda predecir ni un cine que esté predestinado a la sala vacía: no tardaríamos demasiado en citar grandes producciones que acabaron sin pena ni gloria y propuestas más modestas que estuvieron semanas y semanas en cartel. Sea como sea, una sala de cine vacía debería entenderse como un mal común que repercute a todos, un atentado contra la cultura y, sobre todo, una imagen triste que es también la estampa que define la crisis de toda la indústria cinematográfica. Por eso, cada vez que termino de ver una película en una de esas salas solitarias, pienso que la película ha quedado en la sala, sin generar un boca a oreja. Si al final las obras maestras las decide el gran público, es muy probable que genialidades que se han proyectado sin público pasen al anonimato. Aunque la historia también está llena de títulos incomprendidos que han llenado salas, pero solo posteriormente, incluso años después de su estreno (el caso de Blade Runner, que en el verano del 1982 perdió la guerra de crítica y público frente al éxito de E.T.). En resumen, la sala vacía de cine tiene su encanto y no deja de ser un reflejo tétrico de un problema mayor. Imposible no quererla, imposible no odiarla. Una contradicción, lo dicho.
Xavier Vidal de las Heras

martes, 30 de noviembre de 2010

Dirigido por ... Zhang Yimou (I). De Sorgo rojo a La joya de Shangai.


Zhang Yimou es hoy en día, uno de los cinesatas asiáticos más conocidos y reconocidos en el mundo. El director chino es visitante asiduo de los principales festivales internacionales: Cannes, Venecia, Berlín, en los que sus películas han obtenido varios galardones. Algunos de sus films también han sido nominados al Oscar a mejor película de habla no inglesa.
Su postura crítica hacia el régimen político chino le ha llevado a más de un conflicto con su gobierno. Las autoridades chinas se han movido entre dos polos: la censura y las prohibiciones (Semilla de crisantemo y La linterna roja lo fueron en su país), y por otro lado, un intento de explotar y aprovecharse del prestigio del cineasta conseguido en los festivales internacionales. En los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, él fue el encargado de las ceremonias (¡impresionantes!) de apertura y de clausura.
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Zhang Yimou nació en 1950 y en su juventud padeció las consecuencias de la fatídica Revolución Cultural: cuando contaba 18 años tuvo que suspender sus estudios de secundaria y ponerse a trabajar en una granja, y más adelante como obrero en una hilandería.
Interesado por el Arte y la Fotografía, es rechazada su inscripción en el Instituto de Cine de Pekín al sobrepasar el límite de edad. Pero el joven Zhang no se arredra y alega que los años negros de la Revolución Cultural no deben ser tenidos en cuenta. Extrañamente, se acepta su reclamación y en 1988 Zhang Yimou se diploma como flamante director de fotografía, siendo enviado a trabajar a los estudios de su ciudad natal Xi'an.
Después de sus dos largometrajes como operador -El gran desfile y Tierra amarilla- para su compañero de generación, Chen Kaige, y otros trabajos poco conocidos fuera de su país, le llega la hora de su debut como director con Sorgo rojo (1988) con la que se llavaría, nada menos, que el Oso de Oro del Festival de Berlín.
Sorgo rojo viene a ser un esbozo de lo que deparará el cine posterior de Yimou y es también la primera de las colaboraciones con la gran Gong Li, la que será su musa y su compañera sentimental. Ju Dou, semilla de crisantemo (1990) es su siguiente propuesta, un melodrama sobre amores prohibidos en la China rural, rodado en interiores con un gusto impecable por la composición y el encuadre, y con un desbordante uso dramático del color -esas telas que ondean en la tintorería- que será marca de la casa. Esta especie de tragedia shakesperiana trasladada a un país y una época que todavía no había abandonado la era feudal, supone un importante salto cualitativo con respecto a su ópera prima y es su consagración a este lado del mundo, ahí es nada, nominada al Oscar y Espiga de Oro como mejor película en la Seminci de Valladolid.




Casi sin pausa, Yimou rueda La linterna roja (1991), su definitivo ascenso al Olimpo de los cineastas de moda (premio en Venecia: León de Plata, y Mejor Fotografía en Valladolid) y la decantación de un estilo inimitable que vuelve a incidir en la línea melodramática de sus anteriores trabajos. La trama discurre por entero entre los muros y estancias de un antiguo palacio chino y se convierten en la prolongación de los sentimientos de sus personajes. Impresionante la riqueza visual en texturas, colores, formas, encuadres. Impresionante Gong Li.
La linterna roja es un destilado de todas las virtudes atesoradas por Yimou hasta entonces, de su estilo, a la vez austero y pictórico, su tempo pausado, para retratar una dura historia sobre la dominación, sobre las apariencias y la realidad. Inolvidable la utilización dramática del color rojo por parte del director chino y la forma con que utiliza el paso de las estaciones para dar narratividad al relato.
Su filmografía prosigue a buen ritmo con Qiu Ju, una mujer china (1992) que supone en muchos aspectos una ruptura con su cine anterior, y la primera muestra de la versatilidad que demostrará el cineasta chino en su interés de no repetirse y buscar nuevos caminos. Es en primer lugar, un cambio de estilo. La película se alza como un documento de su tiempo, en dos planos, el frenesí de la ciudad (Yimou utilizó cámara oculta en la filmación de algunas escenas) opuesto a la calma del medio rural. El realismo es el fin. La sencillez y la espontaneidad el medio. Es también la primera vez que Zhang Yimou filma la China actual y es un cambio de registro en tanto que la comedia se desliza sutilmente por las imágenes de sus fotogramas: esa historia de Qiu Ju, una mujer terca que se obstina en conseguir una compensación legal por la patada con la que el alcalde del pueblo ha atentado contra la virilidad de su marido. Se mantiene como en las otras películas un punto de vista femenino, sus protagonistas son mujeres tenaces que luchan sin suerte en un mundo de hombres. Gong Li es Qiu Ju, muy alejada de los colores y adornos de La linterna roja . Embutida en gruesos ropajes que no ocultan su embarazo la actriz china vuelve a destacar en un papel en las antípodas de sus anteriores films con Yimou.
Su siguiente trabajo, ¡Vivir! (1994), aun no siendo una mala película, es una propuesta menos interesante, lastrada por un exceso de academicismo y por plegarse a los cánones del melodrama hollywoodiense. Es la historia de una familia china a lo largo de varias décadas del siglo XX, que atraviesan juntos todas las penalidades que son consecuencia de la moderna historia de China. El armazón narrativo, confrontar la historia individual con la Historia en mayúsculas, es algo mil veces visto. Hay una falta de riesgo que empaña algunos momentos aislados de gran belleza.
Su siguiente film, La joya de Shangai (1995), no consigue elevar el listón. En ella Zhang Yimou se adentra en el mundo de la mafia de Shangai de los años 30, pero a través de un personaje femenino, otra vez Gong Li, que acaba siendo víctima de su propia ambición. Al cineasta chino se le va algo la mano con un esteticismo vacuo. A su favor, una extraordinaia ambientación, el talento natural del director para el encuadre y un magnífico final, aunque nos quedamos con la sensación de que la película podría haber sido mejor.
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(continuará)

jueves, 25 de noviembre de 2010

The Grandmasters, lo próximo de Wong Kar-wai.


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Quien haya visto "Ashes of time" sabrá que Wong Kar Wai es algo más que un director de melodramas ultrapoéticos. Las artes marciales son otra de las prioridades del creador de "Happy together" y a ellas ha vuelto a su biopic sobre Bruce Lee. Sí, así es. Wong Kar Wai ha dirigido un particular biopic sobre Bruce Lee cuyo título definitivo es "The Grandmasters" y sus definitivos posters internacionales también están ya listos...
"The Grandmasters" se desarrolla en la década de los 50, unos años en los que Bruce Lee aprendió la gran mayoría de sus técnicas de la mano de un maestro del karate que estará encarnado por uno de los actores fetiches de Wong Kar Wai, se trata de Tony Leung ("In the mood for love" y "Happy together"). El papel de Bruce Lee ha ido a parar a Chen Chang ("Tigre y dragón", "Red Cliff" y "2046"). El trío de grandes actores lo completa Zhang Ziyi ("Memorias de una Geisha").
Un biopic que empezó a idearse hace unos cuantos años y que entre otros imprevistos sufrió uno clave en el 2004, justo antes de comenzar su rodaje. Su musa principal, Tony Leung, sufrió un aparatoso accidente esquiando que le mantuvo fuera de circulación seis meses. Contra viento y marea este mismo año se puso de nuevo el proyecto en marcha encontrando, como no, nuevas dificultades. Los escándalos de Zhang Ziyi, el mal tiempo en Guangdong (donde se rueda la película), y una nueva lesión de Leung mientras entrenaba para el papel parecía complicarlo todo aún más si cabe...sin embargo, el que parecia el proyecto maldito de Wong Kar Wai cada vez esta mas cerca de ver la luz. Comienza a promocionarse y ya lo hace con nuevos y definitivos posters internacionales.
La película se espera para el Festival de Cannes 2011....¿Llegará?
Joan Sala (filmin)
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lunes, 22 de noviembre de 2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

Lady Chatterley (Pascale Ferran, 2006)



D. H. Lawrence escribió tres versiones de El amante de Lady Chatterley. La más conocida, la que lleva dicho título, es la tercera, y la que su autor consideró como definitiva. El método de trabajo del escritor era cuanto menos, curioso. Entre una versión y otra dejaba reposar el manuscrito varios meses. Cuando volvía a hacer la siguiente, no partía de la anterior para hacer modificaciones, sino que escribía íntegramente una 2ª versión y luego una 3ª con una trama, unas situaciones y unos personajes comunes, pero nada era exactamente igual, hay bastantes diferencias entre ellas en el número de páginas. Finalmente estamos ante tres obras autónomas y coherentes de la primera a la última página.


.Pascale Ferran adapta en Lady Chatterley la segunda de las novelas de Lawrence, la que editó Gallimard con el título de Lady Chatterley y el hombre de los bosques. Esta versión es la más reducida de las tres y la más simple y frontal en cuanto al tema, centrándose en la relación entre Constance y Parkin.
En su traslación a la pantalla, la directora francesa descarta jugar a la baza del melodrama - el amor contra la sociedad- y en la sobriedad y sutileza de sus imágenes apenas hay lugar para la oposición, y menos aún para el drama. En cuanto a la otra característica con la que siempre se asocia la novela de D. H. Lawrence, el erotismo, la película de Ferran se mueve a contracorriente: ni lo representa al modo típico y tópico con música supuestamente romántica, fundidos y ralentís, ni tampoco se acerca al modelo más reciente, el de mostrar el deseo como una pulsión animal más allá de las convenciones. En los seis encuentros entre Connie, Lady Chatterley, y el guardabosques Parkin hay ternura, hay conocimiento propio y conocimiento progresivo del otro, hay descubrimiento y aprendizaje, y sobrevolando sobre todo ello está una cierta incomodidad provocada por las diferencias de clase. Pero la directora francesa no pretende disertar sobre sexo y relaciones de clase. Más bien se trata de contarnos un proceso de pérdida de la inocencia y de aprendizaje conducido por la curiosidad y el asombro, que acaba transformándose en intimidad y química sexual y amorosa. El deseo se convierte en la puerta que conduce a Constance a descubrirse a sí misma y a descubrir la vida, como esa verja que separa el jardín de la mansión de la zona del bosque y que, cuando Lady Chatterley la cruza se siente parte de esa salvaje naturaleza, y se siente viva.



Pascale Ferran otorga a la naturaleza un papel omnipresente en el relato y su puesta en escena. Está allí, cambiante como los amantes, es un elemento que le sirve para mostrar el paso del tiempo. La belleza de las flores, los árboles, el cielo, el agua que corre, la voluptuosidad de la naturaleza está filmada con delectación y asombro ante los ojos de Connie, que se corresponden con los del espectador. La bella escena del descubrimiento del cuerpo semidesnudo del guardabosques lavándose junto a la cabaña frente a la azorada mirada de Lady Chatterley, es la de un hombre que forma parte de su medio natural, que está inmerso en él como parte de una soledad construida a conciencia. Todo sucede entre esos dos mundos que habita Constance, la mansión y la cabaña. Entre esos dos espacios, el bosque, lugar de tránsito, de la razón a la emoción, camino de liberación y de transformación. Y en ese espacio en el que la naturaleza reina en todo su esplendor, sus sonidos son parte fundamental. Queda para el recuerdo la escena de la tormenta, con los dos cuerpos desnudos persiguiéndose, y la cámara a ellos de manera vertiginosa, en una secuencia en la que Pascale Ferran parece estar rindiendo tributo a los impresionistas franceses.
Es Lady Chatterley un relato de iniciación y descubrimiento, de cómo el deseo viaja hasta el amor, contado con los elementos justos -tal vez chirría una voz en off que aparece de vez en cuando sin venir a cuento- y con un ritmo minucioso en el que los silencios tienen tanta importancia como las palabras.
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Rostros.

Son grandes actores, gente que engrandece con su trabajo películas, que a veces, les desmerecen. Es raro verlos encabezando el cartel, pero también tienen sus momentos de gloria. Son profesionales -como en aquella película de Richard Brooks-, profesionales del cine, rostros curtidos en el cine indie, en las producciones de los grandes estudios, en el cine de autor o en el telefilm de sobremesa. Son caras más o menos conocidas, que podrían pasar inadvertidas en cualquier ciudad del mundo. No son grandes estrellas ni saldrán nunca en la portada del Fotogramas. Para disfrutar en su totalidad de su trabajo, imprescindible escuchar su propia voz, en V.O.


CHRIS COOPER




DANNY HUSTON



DAVID STRATHAIRN




ED HARRIS





ELIAS KOTEAS





JOHN GOODMAN





JOHN C. REILLY





JOHN TURTURRO





MICHAEL MADSEN




PHILIP SEYMOUR HOFFMAN




RAY WINSTONE



RICHARD JENKINS




TOM WILKINSON




WILLIAM H. MACY







lunes, 15 de noviembre de 2010

La dignidad del verdugo.


El verdugo (Luis García Berlanga, 1963)
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-- Pepe Isbert: Siempre la misma historia. Somos incomprendidos. El tío, dándome el reloj me dijo: "maestro...
-- Empleado de la funeraria: ... pero, ¿ya sentado en la silla y con los hierros en el... ?
-- Pepe Isbert: Sí, aguarde, ... maestro, me dijo, tome un recuerdo, y perdone que haya tenido que molestarle a estas horas.
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(...)
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--Pepe Isbert: Me hacen reir los que dicen que el garrote es inhumano. ¿Qué es mejor, la guillotina? Usted cree que hay derecho a enterrar a un hombre hecho pedazos.
-- Nino Manfredi: No, yo de eso no entiendo.
--Pepe Isbert: Porque usted es un hombre de bien. Hace falta respetar al ajusticiado, ¡que bastante desgracia tiene!
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